Como si fueran largos dedos en manos entrelazadas como en oración, la mano de Buda debe su nombre precisamente a la forma de este peculiar cítrico que se caracteriza por no tener ni pulpa ni jugo. Lo más importante es su piel, comestible y dulce, y con un poder aromático que le hace único en la cocina para platos como guisos, ensaladas, confituras y cócteles. La mano de Buda es digestiva, expectorante y tónica. Sus compuestos orgánicos aromáticos ayudan a reducir la hinchazón y el dolor, y gracias a su contenido en vitamina C, actúa como antioxidante.